Ha pasado más de medio siglo y lo recuerdo como si fuera hoy y cada vez que lo recuerdo siento escalofríos. Hicimos un largo viaje con mi madre hasta la casa de mi abuela que estaba en sus últimos dìas. Al entrar en la casa me invadió una extraña sensación, indescriptible pero que me causaba temor. (Años después, mi madre me confesó que sintió lo mismo). Mi abuela parecía muy distinta a lo habitual. A poco de llegar ella me indicó que me sentara en la silla al lado de su mecedora y comenzó a hablarme con una voz tranquila, profunda llena de sabiduría y allì me relató una historia que me acompañará durante toda mi vida. Con su maravillosa experiencia de casi cien años de vida, me transmitió en palabras algo que jamás pude olvidar, me dijo: "Amado Nieto, algún día las personas perderán su tiempo leyendo tu comentario". Ese día ha llegado.